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Bobastro

Fragmentos: Omar ben Hafsun

Para presentar los personajes reproduciré algunos fragmentos representativos de su personalidad. El primero, como no podía ser de otra manera es Omar ben Hafsun.

 

Omar era la tenacidad personificada, como un ave fénix que siempre resurge de sus cenizas o como aquél jabalí que él mismo mató en los bosques de la sierra de Ronda cuando apenas contaba dieciocho años.

Aquel día el sol del verano caía verticalmente sobre los bosques de encinas, castaños y alcornoques que tapizan las majestuosas montañas de la sierra. El paisaje exhibía, como todavía lo hace hoy en las mismas fechas, toda la variedad cromática desde el verde oscuro de las encinas hasta el amarillo de los matorrales secos y agostados.

El galope de cuatro caballos rompió el silencio de la sierra, que antes sólo se veía turbado por el ocasional gorjeo de algún ave o el canto de las cigarras. Cuatro jinetes, siguen una pista de arbustos rotos y huellas de pezuñas que dejó hace algunos minutos un jabalí herido acosado por una jauría de perros. Un can está tendido en el suelo, casi inmóvil y lanzando aullidos rotos al cielo.

—Señor Mohadir. El jabalí le ha roto la columna, lo mejor será matarlo —La partida de caza es dirigida por un hombre maduro, de gran estatura y montado sobre un caballo del color de la canela—. Lo siento viejo amigo, me has servido bien y mi deber ahora es darte una muerte rápida —La lanza de caza de Mohadir se clavó certeramente en el cuello del maltrecho animal y los jinetes continuaron su acelerada marcha—.

Una nube de polvo y los ladridos de los perros de caza señalaban inequívocamente la situación del jabalí aunque la altura de los matorrales impedía verlo directamente. La nube de polvo se desplazaba por la falda de una empinada ladera en cuya parte más alta se encontraban los cuatro cazadores —No podemos bajar. Avancemos un poco más hasta encontrar una pendiente menos inclinada y con menos vegetación. El jabalí no podrá ir muy lejos con dos flechas clavadas y cuatro perros acosándolo. Antes de que Mohadir terminase de dar sus instrucciones, uno de los cuatro caballos se lanzaba al galope pendiente abajo acercándose en línea recta hacia la presa.

—Omar, ¿te has vuelto loco? —gritó Mohadir sin esperar respuesta—. A veces juraría que al hijo de mi hermano se le ha metido un demonio dentro.

Quien cabalgaba temerariamente pendiente abajo era un muchacho de dieciocho años cuya rubia melena lanzaba destellos al reflejar la intensa luz del sol. Como si de un milagro se tratara, el caballo logró galopar pendiente abajo sin caerse y se situó a escasos metros del enorme jabalí. El animal acosado se detuvo y lanzó una mirada vacía hacia el caballo y su jinete. Tenía dos saetas profundamente clavadas en el costado izquierdo y su pelo marrón oscuro estaba cubierto de grumos de sangre coagulada.

Omar colocó una flecha en su arco y apuntó a un ojo del jabalí. La bestia acosada bajó su hocico y cargó contra su adversario. La montura de Omar retrocedió bruscamente al ver la decidida carga del jabalí y la flecha pasó por encima de su objetivo para clavarse en la tierra. Omar cayó al suelo, desmontado por su aterrorizado caballo, mientras el jabalí pasó de largo persiguiendo al animal en su huída. Antes de que el joven cazador se levantase, la bestia había dado media vuelta y avanzaba hacia él con el hocico a ras de suelo y dejando una densa estela de polvo.

Omar tuvo la suerte de haber arrastrado en la caída su lanza de caza, una lanza para matar jabalíes. Los azules ojos de hielo de Omar se clavaron en los grandes ojos marrones del jabalí mientras su lanza apuntaba a la cabeza del animal. Bajo la punta de la lanza había una pieza metálica perpendicular, destinada a impedir que el jabalí se ensartase completamente y llegase a golpear a quien la empuñaba. Rara vez este tipo de lanzas se usan para lo que fueron construidas, pues no existen muchos capaces de ver un jabalí cargar contra él sin salir huyendo despavoridos. Omar lo hizo. La punta de su lanza se clavó en la base del cuello del animal y el cuerpo de Omar fue proyectado hacia atrás como si hubiese sido golpeado por la mano de un gigante. La lanza había cumplido su cometido y Omar la soltó al mismo tiempo que desenvainaba su cuchillo. En un solo movimiento se alzó y saltó sobre el moribundo jabalí. El cuchillo partió en dos el bulbo raquídeo del animal y los ladridos de los perros saludaron la victoria de Omar ben Hafsun.

Los segundos que duró la carga del jabalí quedaron grabados para siempre en la mente de Omar. La misma sensación de ver a la muerte cargando implacablemente sobre él se repetiría muchas veces en esas mismas sierras. Otras veces Omar se identificaría con el jabalí herido y acosado por los perros, que pese a todo nunca cede y resiste hasta el final.

1 comentario

Tristán Carrasco -

Curioso. No tenía constancia de una novela tan reciente sobre Bobastro. Tengo muy cerca el yacimiento donde se encuentra la iglesia rupestre y la visité muchas veces durante mi juventud. Ahora se hacen visitas guiadas y, al fin, se ha protegido. Supongo que la habrá visitado, así como el resto del enclave. Espero que la novela tenga repercusión.

Pase un buen día. Tristán.